La tortilla de mamá

La tortilla de patatas no faltaba en el canasto, era una de las comidas que siempre preparaba para la abuela.

Tortilla de patatas con cebolla. Sí, habéis leído bien, lleva cebolla, sin excederse.

–  mmmm ¡Qué rica está la tortilla de mamá! – 

¡Sí que lo está! –  respondió Xulio, el padre de Caperucita Roja, mientras se llevaba aquel trozo a la boca con un pedazo de pan…

¿Os preguntáis lo mismo? Queréis saber como la madre de Caperucita hace la tortilla de patatas con cebolla para que quede rica, rica; pues bien, seguid leyendo y lo averiguaréis.

Margarita mondaba finamente aquellas patatas que ella misma había cultivado en su hermoso huerto situado en el corazón del valle del río Ulla, manejaba aquel pequeño cuchillo con una rapidez y destreza pasmosa. Enseguida acabó de pelar las patatas y apartó las mondas. No penséis que las tiraba, no, se las daba de comer a los cerdos. A veces, recordaba como la abuela, bajo la lareira, le contaba como con esas mondas hacía la tortilla en su juventud, en tiempos de pobreza y escasez.

Margarita ya tenía cortadas las patatas como la abuela le enseñó, finamente, no tanto como las mondas, y en tamaños irregulares, sin ser excesivamente grandes; con anterioridad, mientras pelaba y cortaba las patatas, había puesto a calentar el aceite en la sartén de la tortilla. Sí, sólo se hacían tortillas en esa sartén y en aceite de oliva. Era un lujo que se permitía. 

Una vez bien caliente el aceite, echaba las patatas. Esperaba un momento y las removía para después, dejarlas a fuego moderado y repetir varias veces el mismo gesto.

Como siempre le sobraba algo de cebolla cuando preparaba las empanadas, aprovechaba para echarla a las patatas cuando ya llevaban un tiempo chapoteando en el aceite. Las cebollas, como las patatas, también eran de cosecha propia.

Cuando las patatas comenzaban a coger costra llegaba el turno de los huevos, y sí, es como quizás te lo estabas imaginando: huevos de casa. La madre de Branca criaba cerdos y gallinas, gallinas de Mos, otro día hablaremos de ellas. En un bol cascaba los huevos y los batía levemente.

Las patatas comenzaban a sugerir una ligera fritura, así le gustaba a la abuela. Las retiraba del fuego y las dejaba escurrir para, posteriormente, incorporarlas al bol; integraba ambos ingredientes con la ayuda de una espátula, añadía sal y los dejaba reposar por un momento.

Margarita, mientras reposaba la mezcla, colaba el aceite de la fritura de la patata para usarlo en otra ocasión y volvía a poner a fuego vivo la sartén con un poquito de aceite de oliva virgen extra. Cuando empezaba a humear el aceite… ¡Era el momento! … Echaba la mezcla de huevo y patata, la removía y bajaba la intensidad del fuego. Se ayudaba de la espátula para hacerle la forma y la dejaba así unos instantes para, después, darle la vuelta con la tapa de la olla. La tenía un poco más por ese otra lado con el fuego moderado y… ¡ lista para emplatar! Una tortilla jugosa con cebolla de mamá, sin llegar a soltar el huevo. A 66 kilometros de Betanzos, en el Km 0 las tortillas de Betanzos. ¡Qué ricas también!

¿Y las cantidades? ¿Y los tiempos? Dejaos llevar por vuestro ojo interno. ¡A ojímetro!

Es todo un proceso artesanal, de experimentación y, con tacto y cariño, encontrar el equilibrio entre el huevo y la patata, que no para todos es el mismo.

¡Qué enriquecedora es la tortilla española!